lunes, 2 de junio de 2008

Contra Ios libros de verano, 1

Así que empiezo este espacio, una sección sin ninguna periodicidad, para ofreceros algunas reseñas de los libros que me he leído en los últimos tiempos y cuya lectura recomiendo vivamente por las razones que se expondrán. Son libros que podéis leer este verano, pero que nunca serán los típicos libros de verano, tipo best-sellers y demás, especialmente concebidos para desconectar, porque precisamente lo que pretendo es conectaros con lo que me parece de mayor interés y que requiere un tiempo de lectura. Que nadie se espere, por tanto, Zafones o Folletones, aunque no descarte la posibilidad de reseñar obras que hayan tenido un buen número de lectores, u obtenido premios de cierta repercusión social.
Y para empezar, un peso pesado, en todos los sentidos: Las benévolas, de Jonathan Littell, que apareció en octubre del año pasado, pero que estoy terminando de leer debido a su extensión y a mis limitaciones (paternales) de tiempo. Desde el momento en que apareció en francés, la obra obtuvo una amplia repercusión en su país y se hizo con algunos de los más prestigiosos premios del país galo, como el Goncourt y el de la Academia Francesa. Si queréis saber algo más sobre el autor, podéis visitar lo que de él se dijo cuando apareció la traducción en El país o leer las críticas (nada favorables, por cierto: que no se diga que no ofrecemos otros puntos de vista) de Gándara en El mundo.
En fin, como muchos ya sabréis, se trata de una novela extensísima, cuyas dimensiones (casi 1000 páginas, con un tipo de letra, además, de cuerpo bastante pequeño, y en página grande), la aproximan a los grandes novelones del XIX. No por nada ya hay quien la ha comparado con Guerra y Paz, de Tolstoi, aunque el tono y la dimensión moral sean muy distintas. La novela, relatada en primera persona, está protagonizada por un combatiente alemán de la Segunda Guerra mundial, quien rememora algunas de sus experiencias durante la misma, especialmente el avance alemán en el frente del Este, hasta el sitio de Stalingrado, y sus actividades como oficial de las SS, supervisor de los campos de concentración. Estamos ante un relato, por tanto, que, frente a lo más usual, nos permite ir viendo los acontecimientos desde el otro lado, el del verdugo, la sistemática y despiadada frialdad con que se acometió el genocidio (a veces con un detallismo burocrático irritante, que es lo que se pretende). Asistimos así a un descenso al peor de los infiernos, que no es únicamente el de los campos de concentración, sino el del alma humana, posiblemente capaz de lo mejor, pero también de las mayores atrocidades. Un relato soberbio que supone un auténtico puñetazo (moral) en el estómago (intelectual) de los lectores.
De algún modo, Littell también desmonta, narrativamente,la hipocresía de algunos de los tópicos revisionistas nuestros tiempos, como el de la presunta inocencia colectiva del pueblo alemán, o de parte de su ejército, o de algunos de sus ministros... Por no hablar, obviamente, de la peor patraña del revisionismo, la inexistencia misma del genocidio nazi. Una sociedad, la del nacionalsocialismo, absolutamente entregada a la voluntad del líder, Hitler, quien decide sobre el destino de millones de personas en nombre de palabras hueras, falsos fetiches que sustituyen a la Religión, como son Nación, Pueblo, Raza...
No es para desanimaros, pero el vídeo que acompaña esta entrada servirá para haceros una idea de la crueldad humana que motiva la novela. Una obra que os recomiendo, a pesar de que, como el vídeo, va a ser una experiencia desagradable. Pero contra la desmemoria, el olvido o la mentira, es necesario, de vez en cuando, hacer un esfuerzo y seguir señalando cuáles son los peligros que nos acechan.

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